lunes, 25 de septiembre de 2017

Mundial de Ironman 70.3, Chattanooga, Tennessee.

Hacía tiempo que no escribía nada en el blog, pero si hay una ocasión que merece retomarlo es ésta, porque participar en un Campeonato del Mundo es una experiencia irrepetible (bueno, a lo mejor no porque me encantaría volver a clasificarme).

Vamos por partes (ya anticipo que esta entrada es larga, pero no es obligatorio leerla…), empecemos por la clasificación. Me clasifiqué en el Ironman 70.3 de Edimburgo (para los no duchos en la materia: un Ironman 70.3 es la mitad de un Ironman “normal”, son 70.3 millas, que en español son 1.900 metros nadando, 90 km en bici y 21,1 km corriendo), el pasado 2 de julio en uno de los últimos (si no el último) eventos que clasificaban para la final de este año (las pruebas sucesivas ya clasificaban para el mundial del año que viene, que es en Sudáfrica; aprovecho para señalar que, así como la final del Campeonato del Mundo de Ironman es todos los años en Hawaii, la de Ironman 70.3 varía cada año).

Es curioso que esta temporada me tomo mucho menos en serio el deporte, no renuncio a planes por entrenar, no cuido tanto mi alimentación (de hecho no tenía el peso de ahora desde hace más de 3 años) y dedico muchas menos horas: en resumen, he racionalizado mi dedicación al deporte. He estado además varios meses muy desmotivado y sin entrenar prácticamente, y es precisamente ahora cuando logro esta clasificación, lo cual es de largo mi mayor logro en estos poco más de 3 años que llevo haciendo triatlón. También es cierto, y entiendo que esto tendrá su influencia, que he pasado de larga distancia (el año pasado sin ir más lejos hice 2 Ironman, el de Austria y el de Mallorca) a la media distancia, y el entreno acumulado imagino que me habrá ayudado cuando he retomado la práctica de este deporte.

Al lío: Edimburgo precioso, la prueba preciosa, pero era la más dura que había hecho… hasta la final de Chattanooga. La natación fue un infierno, la redujeron a la mitad por las adversas condiciones climatológicas, y en 950 metros hice… ¡26 minutos! El agua estaba gélida, la temperatura del aire era de 11 grados, hacía un viento terrible, yo no llevaba ni escarpines ni máscara ni gorro ni nada invernal como llevaban casi todos, me tiré al agua (rolling start, al menos no salíamos todos a la vez) y era imposible sumergir la cabeza, te helabas, las olas te devolvían para atrás, las piraguas de salvamento te golpeaban, antes de la primera boya, los equipos de rescate sacaron a 5 personas chillando desesperadas (y eso de los que iban a mi alrededor)… Me planteé salir y entrar en calor y volver a entrar, incluso nade unas brazadas de nuevo hacia la orilla, pero rápidamente pensé que no iba a solucionar nada, me di la vuelta y tiré para adelante como pude. Quedé en este segmento el 91 de mi categoría (y había muchos más, con ese tiempo en otras pruebas salgo detrás del que recoge las boyas).

Al salir del agua, me puse los manguitos (error, al poco me sobraron), calcetines (error, mejor ponérselos solo para la carrera a pie), zapatos y casco, pillé la bici y entonces empecé a divertirme. Recorrido rompepiernas, constantes repechos, algunos de en torno al 15%, cortos pero muy numerosos. Y al final, subida a la mítica colina Leches-en-vinagre Hill, ya en Edimburgo, para bajarse de la bici con los gemelos cargaditos. 2 horas 48 minutos, 32,2 km/h de media, y no puedo decir los watios porque el potenciómetro no me funcionó. 6º de mi categoría.

Y, para mí (y para mucha más gente) lo que hace de verdad dura una prueba es la carrera a pie. Pues bien, la más dura que había hecho en mi vida (de nuevo, hasta la final de Tennessee): repechos muy duros, otros con no mucha pendiente pero muy largos…  Pocos tramos sin pendiente, imposible mantener un ritmo constante, yo quería bajar de 1 hora y 35 minutos, y en el km 19 vi que necesitaba bajar holgadamente de 4 minutos por km para conseguirlo, pero yo siempre suelo ser capaz de sacar algo al final, lo hice y finalicé en 1:34:29, a un ritmo medio de 4’28” (11º de mi grupo de edad).

Tiempo total: 4:56:38, 10º de mi grupo de edad (y 73º de la general). Sólo había plaza para los 5 primeros, pero como renunciaron 5 antes de mí, tuve el derecho de conseguir mi slot para la final de Chattanooga. Y eso lo descubrí en la propia ceremonia de entrega de premios, y tenía que decidir en 1 minuto si iba o no (tienes que pagar la inscripción en ese mismo momento), y me sobraron 59 segundos… Ya vería cómo se llegaba a Chattanooga (al final bien, porque está a hora y media de Atlanta, a donde hay vuelo directo, y donde además vive mi amigo onubense Alberto, que me acogió la primera y última noche, y hasta me cocinó y todo) y ya vería cómo me organizaba, pero no podía perdérmelo.

Total, que el 6 de septiembre agarré el petate y tiré pa Chattanooga, en el estado de Tennessee, volando a (y pernoctando en) Atlanta, estado de Georgia. El 7 a mediodía ya había que estar en Chattanooha para check-in, charla técnica, ineludible visita a la tienda para comprar cosas de merchandising y otros eventos y ceremonias varios.

Había hasta desfile de países, donde me dejaron llevar unos metros la bandera para sentirme como Rafa Nadal en Río, o el príncipe (ahora rey) en Barcelona. Bueno, igual exagero un poco, pero me gustó mucho, nos dieron camiseta de uniforme (cortesía de Fernando) y a desfilar y presumir de patria y del buen rollo entre los 57 españoles (la vez que más) que nos habíamos clasificado para este mundial.

Los españoles durante el desfile

Hubo tiempo de visitar los alrededores (las Ruby Falls o el Incline Train y un poco las ciudades de Chattanooga y Atlanta, y no se pudo visitar más porque el día posterior a la prueba hizo acto de presencia el huracán Irma; en mi caso tuve que hacer una pequeña excursión extra para pasar por Alabama, y hacerme mi tradicional foto en el cartel con el que cada estado da la bienvenida, quiero coleccionarlos todos), hubo tiempo de entrenar (un pequeño test de bici y una prueba de si podía correr), y hubo tiempo de ver la prueba de las féminas (el sábado día 9).

Digo que tuve que probarme si podía correr, porque arrastraba un problema desde días atrás, cuando estando en Tailandia un día tras salir de correr noté un fuerte dolor de tobillo y se me inflamó hasta parecer más la pantorrilla de Falete que mi fino tobillito de jilguero. Esto fue a finales de agosto, hasta entonces estaba siguiendo un plan diseñado por mi amigo Miguel Ángel Villada (campeón de todo en categoría veteranos) para bajar de 3 horas en el maratón de Sevilla el próximo mes de febrero (yo nunca he corrido un maratón, salvo en los 3 IronMan, pero ningún maratón a secas), y la verdad es que noté una gran mejoría en la carrera a pie. Una pena que se truncara el plan tan cerca de la prueba, no pude correr en 15 días (hasta el mismo día de la carrera) y ahora, tras muchas pruebas médicas, parece ser que lo que tengo es veneno de un bicho marino que, taimado él (taimado: bellaco, astuto, disimulado y pronto en advertirlo todo), osó picarme en la planta del pie el día anterior a que se me hinchara el tobillo (soy consciente de la picadura, me dolió mucho durante varios días y me dejó 3 marcas en forma de vértices de un triángulo equilátero que aún tengo, pero siempre pensé que mi lesión se debía al exceso de entrega de una masajista tailandesa a la que era más fácil saltar que rodear).

Bien, llega el día de la prueba, me levanto a las 5:00, desayuno, preparo los perejiles de última hora y pal río (el resto de cosas ya las había dejado el día anterior, incluidas las zapatillas de correr, porque aunque en la charla técnica dijeron claramente que el día de la carrera tendríamos acceso a las bolsas de transición; menos mal que me dio por preguntar, porque resulta que no, y como no había chanclas de mi talla en la tienda tuve que entregarlas e ir descalzo al coche, rezando porque ningún americano fan de las ribs me pisara y me dejara el pie para liarme un canuto).

Ceremonia de esas que uno ve en las pelis que ponen la piel de gallina (himno, tocado en este caso por una banda country, militares lanzando salvas y portando con orgullo su enseña nacional –envidia sana-, presentación de los profesionales…) y a las 7:30 salen los pros. Tras verlos salir me voy a la zona de mi grupo de edad, que salíamos los siguientes (a las 7:38), me quedo en un discreto segundo plano (yo es que soy muy campechano, como el rey emérito) y en una de las últimas hornadas me tiro al agua (salíamos de 8 en 8 cada 10 segundos o así) y empiezo a nadar.

Y estos del gorrito morado son solo los de mi grupo de edad...

Tranquilo, que esto de nadar no es lo mío. Yo hago al mismo ritmo un sprint que un IronMan, y eso no es porque haga los 3.800 metros del IronMan muy rápido, sino porque hay los 750 del sprint muy lento. En fin, esto es algo que tendré que mejorar, en cualquier caso me veo bien, no me agobio, no fuerzo, tengo la sensación de que voy mejor que nunca, creo que no me adelanta tanta gente como de costumbre y me engaño a mí mismo omitiéndome en mis pensamientos el hecho de que yo salí de los últimos de mi grupo de edad, el siguiente en salir eran los de más de 70 años, y ya los siguientes salieron como 15 minutos después de mí, y veo que incluso de vez en cuando yo adelanto a alguien. El sol da de cara en el lado opuesto del río, por donde hacemos casi 1.000 metros, y sé que me desvío bastante de la línea recta, hasta el punto de dejar alguna boya a babor en vez de a estribor (lo siento, pero en el agua decir “izquierda” o “derecha” está feo, que uno es de Huelva y eso lo lleva en las venas). Me da exactamente igual, me sigo viendo bien, avanzo y avanzo, y justo en la última boya me adelanta uno (el único que yo sepa) de los que salieron 15 minutos después que yo, y en 50 metros me saca 75 (ya sé que parece físicamente imposible, pero ese tipo lo hizo). Salgo del agua, un voluntario me da la mano, otro me quita el velcro, otro me baja la cremallera y otros me gritan pero no me entero de nada. Después me dicen que tenía que hacer la cucaracha para que me quitaran el neopreno. Bueno, me lo quito yo y listos, total medio minuto no va a ir a ningún lado (craso error, el de ese pensamiento mío, como descubrí más adelante).

Miro el reloj y… ¡40 minutos! Eso sí, 2.154 metros… ¡Pero si yo lo he llegado a hacer en 34 minutos! Pensaba sinceramente hacer 36 o así, pero con lo bien que me vi, no descartaba incluso mejorarlo. Después me enteré de que había corriente en contra, dijeron que cerrarían una presa cercana para minimizarla, pero no la eliminaron del todo, y en general la gente fue más lenta de su nivel (entonces el tipo que me adelantó sería el hermano bueno de Michael Phelps…). Hice el 349 de mi categoría (de unos 500), y 1907 de la general (de casi 3.000).

Le doy la bolsa con neopreno, gafas y gorro a un voluntario, pillo la bici y empiezo mi segmento fuerte. El circuito, muy bonito, pero duro donde los haya. Los primeros 30 kilómetros en constante subida, con un desnivel de más de 1.000 metros, y un puerto entre los km 2 y 10 todo el rato a en torno al 10%, con rampas del 15%. En ese km 30 llevaba una potencia normalizada de unos 270 watios, a partir de ahí empezó a decrecer porque el terreno se volvió más favorable, aunque las cuestas eran constantes.

Me llamó la atención una cosa: había mucha gente que literalmente volaba (por muy rápido que yo fuera, me pasaban como rayos, y a veces mientras uno me pasaba otro le pasaba a él) pero en general vi mucha gente de nivel similar o inferior al mío. Yo pensaba que me había clasificado para este campeonato mundial “por la puerta de atrás” pero no, hay muchas pruebas en muchos lugares donde se puede uno clasificar con mi nivel.

Terminé la bici en 2:35:56, a una velocidad media de 34,8 km/h, y una NP de 245 (potencia media general de 220 watios). 106 de mi categoría y 747 de la general. Está muy bien, aunque reconozco que se me hizo un poco larga (confieso que hace ya unos meses que decidí que el deporte no iba a condicionar mi día a día, y en agosto he cogido la bici la friolera de un día, y desde Edimburgo he entrenado transiciones un total de cero días). Ya sabía que más larga se me haría la carrera a pie…

Dejo la bici (bueno, un tipo me la quita y se la lleva), me pongo los calcetines, las zapatillas, la visera (gafas no pude porque no me dejaron acceder a la bolsa esa mañana) y a correr. Me duele la pierna pero a los 3 km el dolor desaparece (normal, en cuanto me “calenté”). Mi objetivo era bajar de 4’30” de media por km, para así bajar de 1:35 en la media maratón, y por ende bajar de 5 horas en el cómputo total.

Empiezo bien, pero pronto me doy cuenta de que el perfil que había visto en el dibujito plasmaba fielmente lo que se iba presentando delante de mí: todo el rato subiendo o bajando, algunas rampas muy duras, otras muy largas, y ningún tramo llano. Ninguno. Cero.

Los primeros km sí mantengo la media, y me marco un reto de esos absurdos que a mí me gustan: ningún km por encima de 4´59”. Y lo consigo, aunque en dos ocasiones tuve que hacer sprints absurdos que lo único que hicieron fue cansarme, y que probablemente quien me viera pensara que soy tonto del capirote, esprintando absurdamente a finales del km X, para en cuanto el reloj hace “piii” volver a bajar el ritmo. Pero en fin, lo conseguí, aunque por poco (4:59 en el km 16). A medida que avanzaba la prueba iba viendo que ni de coña bajaría de 1:35, pero me consolaba el objetivo principal: bajar de 5 horas. A falta de 5 km vi peligrar también esta marca, y a falta de 2 me percaté de que tenía que bajar de 4 minutos cada km, y entonces traté de sacar ese plus que siempre me queda y que ha hecho mis finales mundialmente famosos, pero no había nada de dónde rascar. Nada de nada. Cero. 4’27” y 4’06” los últimos 2 km, para una media maratón de 1:37:35. 157 de mi grupo de edad y 843 de la general.

Parando el relojito, qué coraje...
El tiempo total fue de 5:00:38 (ahora hubiera agradecido los segundos ganados si me hubieran quitado el neopreno, o de si hubiera sabido qué tenía que hacer con la primera bolsa de transición): 175 de mi grupo de edad (objetivo conseguido: top 50%) y 983 de la general (objetivo conseguido: entre los 1.000 primeros). 3º de 7 españoles en mi grupo de edad, y 1º de 1 de Huelva.
Por cierto, que ganó Javi Gómez Noya.

Dos leyendas del triatlón


"Está bien celebrar el éxito, pero es más importante prestar atención a las lecciones del fracaso". Bill Gates.

Gratia ago, factotum.

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