Hacía tiempo que no escribía nada en el blog, pero si hay
una ocasión que merece retomarlo es ésta, porque participar en un Campeonato
del Mundo es una experiencia irrepetible (bueno, a lo mejor no porque me
encantaría volver a clasificarme).
Vamos por partes (ya anticipo que esta entrada es larga,
pero no es obligatorio leerla…), empecemos por la clasificación. Me clasifiqué
en el Ironman 70.3 de Edimburgo (para los no duchos en la materia: un Ironman
70.3 es la mitad de un Ironman “normal”, son 70.3 millas, que en español son
1.900 metros nadando, 90 km en bici y 21,1 km corriendo), el pasado 2 de julio
en uno de los últimos (si no el último) eventos que clasificaban para la final
de este año (las pruebas sucesivas ya clasificaban para el mundial del año que
viene, que es en Sudáfrica; aprovecho para señalar que, así como la final del
Campeonato del Mundo de Ironman es todos los años en Hawaii, la de Ironman 70.3
varía cada año).
Es curioso que esta temporada me tomo mucho menos en serio
el deporte, no renuncio a planes por entrenar, no cuido tanto mi alimentación
(de hecho no tenía el peso de ahora desde hace más de 3 años) y dedico muchas
menos horas: en resumen, he racionalizado mi dedicación al deporte. He estado
además varios meses muy desmotivado y sin entrenar prácticamente, y es
precisamente ahora cuando logro esta clasificación, lo cual es de largo mi
mayor logro en estos poco más de 3 años que llevo haciendo triatlón. También es
cierto, y entiendo que esto tendrá su influencia, que he pasado de larga
distancia (el año pasado sin ir más lejos hice 2 Ironman, el de Austria y el de
Mallorca) a la media distancia, y el entreno acumulado imagino que me habrá
ayudado cuando he retomado la práctica de este deporte.
Al lío: Edimburgo precioso, la prueba preciosa, pero era la
más dura que había hecho… hasta la final de Chattanooga. La natación fue un
infierno, la redujeron a la mitad por las adversas condiciones climatológicas,
y en 950 metros hice… ¡26 minutos! El agua estaba gélida, la temperatura del
aire era de 11 grados, hacía un viento terrible, yo no llevaba ni escarpines ni
máscara ni gorro ni nada invernal como llevaban casi todos, me tiré al agua (rolling start, al menos no salíamos
todos a la vez) y era imposible sumergir la cabeza, te helabas, las olas te
devolvían para atrás, las piraguas de salvamento te golpeaban, antes de la
primera boya, los equipos de rescate sacaron a 5 personas chillando
desesperadas (y eso de los que iban a mi alrededor)… Me planteé salir y entrar
en calor y volver a entrar, incluso nade unas brazadas de nuevo hacia la
orilla, pero rápidamente pensé que no iba a solucionar nada, me di la vuelta y
tiré para adelante como pude. Quedé en este segmento el 91 de mi categoría (y
había muchos más, con ese tiempo en otras pruebas salgo detrás del que recoge
las boyas).
Al salir del agua, me puse los manguitos (error, al poco me
sobraron), calcetines (error, mejor ponérselos solo para la carrera a pie),
zapatos y casco, pillé la bici y entonces empecé a divertirme. Recorrido
rompepiernas, constantes repechos, algunos de en torno al 15%, cortos pero muy
numerosos. Y al final, subida a la mítica colina Leches-en-vinagre Hill, ya en
Edimburgo, para bajarse de la bici con los gemelos cargaditos. 2 horas 48
minutos, 32,2 km/h de media, y no puedo decir los watios porque el
potenciómetro no me funcionó. 6º de mi categoría.
Y, para mí (y para mucha más gente) lo que hace de verdad
dura una prueba es la carrera a pie. Pues bien, la más dura que había hecho en
mi vida (de nuevo, hasta la final de Tennessee): repechos muy duros, otros con
no mucha pendiente pero muy largos…
Pocos tramos sin pendiente, imposible mantener un ritmo constante, yo
quería bajar de 1 hora y 35 minutos, y en el km 19 vi que necesitaba bajar
holgadamente de 4 minutos por km para conseguirlo, pero yo siempre suelo ser
capaz de sacar algo al final, lo hice y finalicé en 1:34:29, a un ritmo medio
de 4’28” (11º de mi grupo de edad).
Tiempo total: 4:56:38, 10º de mi grupo de edad (y 73º de la
general). Sólo había plaza para los 5 primeros, pero como renunciaron 5 antes
de mí, tuve el derecho de conseguir mi slot para la final de Chattanooga. Y eso
lo descubrí en la propia ceremonia de entrega de premios, y tenía que decidir
en 1 minuto si iba o no (tienes que pagar la inscripción en ese mismo momento),
y me sobraron 59 segundos… Ya vería cómo se llegaba a Chattanooga (al final
bien, porque está a hora y media de Atlanta, a donde hay vuelo directo, y donde
además vive mi amigo onubense Alberto, que me acogió la primera y última noche,
y hasta me cocinó y todo) y ya vería cómo me organizaba, pero no podía
perdérmelo.
Total, que el 6 de septiembre agarré el petate y tiré pa
Chattanooga, en el estado de Tennessee, volando a (y pernoctando en) Atlanta,
estado de Georgia. El 7 a mediodía ya había que estar en Chattanooha para
check-in, charla técnica, ineludible visita a la tienda para comprar cosas de
merchandising y otros eventos y ceremonias varios.
Había hasta desfile de países, donde me dejaron llevar unos
metros la bandera para sentirme como Rafa Nadal en Río, o el príncipe (ahora
rey) en Barcelona. Bueno, igual exagero un poco, pero me gustó mucho, nos
dieron camiseta de uniforme (cortesía de Fernando) y a desfilar y presumir de
patria y del buen rollo entre los 57 españoles (la vez que más) que nos
habíamos clasificado para este mundial.
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Los españoles durante el desfile |
Hubo tiempo de visitar los alrededores (las Ruby Falls o el Incline Train y un poco las ciudades de Chattanooga y Atlanta, y no
se pudo visitar más porque el día posterior a la prueba hizo acto de presencia
el huracán Irma; en mi caso tuve que hacer una pequeña excursión extra para
pasar por Alabama, y hacerme mi tradicional foto en el cartel con el que cada
estado da la bienvenida, quiero coleccionarlos todos), hubo tiempo de entrenar
(un pequeño test de bici y una prueba de si podía correr), y hubo tiempo de ver
la prueba de las féminas (el sábado día 9).
Digo que tuve que probarme si podía correr, porque
arrastraba un problema desde días atrás, cuando estando en Tailandia un día
tras salir de correr noté un fuerte dolor de tobillo y se me inflamó hasta
parecer más la pantorrilla de Falete que mi fino tobillito de jilguero. Esto
fue a finales de agosto, hasta entonces estaba siguiendo un plan diseñado por
mi amigo Miguel Ángel Villada (campeón de todo en categoría veteranos) para
bajar de 3 horas en el maratón de Sevilla el próximo mes de febrero (yo nunca
he corrido un maratón, salvo en los 3 IronMan, pero ningún maratón a secas), y
la verdad es que noté una gran mejoría en la carrera a pie. Una pena que se
truncara el plan tan cerca de la prueba, no pude correr en 15 días (hasta el
mismo día de la carrera) y ahora, tras muchas pruebas médicas, parece ser que
lo que tengo es veneno de un bicho marino que, taimado él (taimado: bellaco, astuto, disimulado y pronto en
advertirlo todo), osó picarme en la planta del pie el día anterior a que
se me hinchara el tobillo (soy consciente de la picadura, me dolió mucho
durante varios días y me dejó 3 marcas en forma de vértices de un triángulo
equilátero que aún tengo, pero siempre pensé que mi lesión se debía al exceso
de entrega de una masajista tailandesa a la que era más fácil saltar que rodear).
Bien, llega el día de la prueba, me levanto a las 5:00,
desayuno, preparo los perejiles de última hora y pal río (el resto de cosas ya
las había dejado el día anterior, incluidas las zapatillas de correr, porque
aunque en la charla técnica dijeron claramente que el día de la carrera
tendríamos acceso a las bolsas de transición; menos mal que me dio por preguntar,
porque resulta que no, y como no había chanclas de mi talla en la tienda tuve
que entregarlas e ir descalzo al coche, rezando porque ningún americano fan de
las ribs me pisara y me dejara el pie
para liarme un canuto).
Ceremonia de esas que uno ve en las pelis que ponen la piel
de gallina (himno, tocado en este caso por una banda country, militares lanzando salvas y portando con orgullo su enseña
nacional –envidia sana-, presentación de los profesionales…) y a las 7:30 salen
los pros. Tras verlos salir me voy a la zona de mi grupo de edad, que salíamos
los siguientes (a las 7:38), me quedo en un discreto segundo plano (yo es que
soy muy campechano, como el rey emérito) y en una de las últimas hornadas me
tiro al agua (salíamos de 8 en 8 cada 10 segundos o así) y empiezo a nadar.
Y estos del gorrito morado son solo los de mi grupo de edad... |
Tranquilo, que esto de nadar no es lo mío. Yo hago al mismo ritmo un sprint que
un IronMan, y eso no es porque haga los 3.800 metros del IronMan muy rápido,
sino porque hay los 750 del sprint muy lento. En fin, esto es algo que tendré
que mejorar, en cualquier caso me veo bien, no me agobio, no fuerzo, tengo la
sensación de que voy mejor que nunca, creo que no me adelanta tanta gente como
de costumbre y me engaño a mí mismo omitiéndome en mis pensamientos el hecho de
que yo salí de los últimos de mi grupo de edad, el siguiente en salir eran los
de más de 70 años, y ya los siguientes salieron como 15 minutos después de mí,
y veo que incluso de vez en cuando yo adelanto a alguien. El sol da de cara en
el lado opuesto del río, por donde hacemos casi 1.000 metros, y sé que me
desvío bastante de la línea recta, hasta el punto de dejar alguna boya a babor
en vez de a estribor (lo siento, pero en el agua decir “izquierda” o “derecha”
está feo, que uno es de Huelva y eso lo lleva en las venas). Me da exactamente
igual, me sigo viendo bien, avanzo y avanzo, y justo en la última boya me
adelanta uno (el único que yo sepa) de los que salieron 15 minutos después que
yo, y en 50 metros me saca 75 (ya sé que parece físicamente imposible, pero ese
tipo lo hizo). Salgo del agua, un voluntario me da la mano, otro me quita el
velcro, otro me baja la cremallera y otros me gritan pero no me entero de nada.
Después me dicen que tenía que hacer la cucaracha para que me quitaran el
neopreno. Bueno, me lo quito yo y listos, total medio minuto no va a ir a
ningún lado (craso error, el de ese pensamiento mío, como descubrí más
adelante).
Miro el reloj y… ¡40 minutos! Eso sí, 2.154 metros… ¡Pero si
yo lo he llegado a hacer en 34 minutos! Pensaba sinceramente hacer 36 o así,
pero con lo bien que me vi, no descartaba incluso mejorarlo. Después me enteré
de que había corriente en contra, dijeron que cerrarían una presa cercana
para minimizarla, pero no la eliminaron del todo, y en general la gente fue más
lenta de su nivel (entonces el tipo que me adelantó sería el hermano bueno de
Michael Phelps…). Hice el 349 de mi categoría (de unos 500), y 1907 de la
general (de casi 3.000).
Le doy la bolsa con neopreno, gafas y gorro a un voluntario,
pillo la bici y empiezo mi segmento fuerte. El circuito, muy bonito, pero duro
donde los haya. Los primeros 30 kilómetros en constante subida, con un desnivel
de más de 1.000 metros, y un puerto entre los km 2 y 10 todo el rato a en torno
al 10%, con rampas del 15%. En ese km 30 llevaba una potencia normalizada de
unos 270 watios, a partir de ahí empezó a decrecer porque el terreno se volvió
más favorable, aunque las cuestas eran constantes.
Me llamó la atención una cosa: había mucha gente que
literalmente volaba (por muy rápido que yo fuera, me pasaban como rayos, y a
veces mientras uno me pasaba otro le pasaba a él) pero en general vi mucha
gente de nivel similar o inferior al mío. Yo pensaba que me había clasificado
para este campeonato mundial “por la puerta de atrás” pero no, hay muchas
pruebas en muchos lugares donde se puede uno clasificar con mi nivel.
Terminé la bici en 2:35:56, a una velocidad media de 34,8
km/h, y una NP de 245 (potencia media general de 220 watios). 106 de mi
categoría y 747 de la general. Está muy bien, aunque reconozco que se me hizo
un poco larga (confieso que hace ya unos meses que decidí que el deporte no iba
a condicionar mi día a día, y en agosto he cogido la bici la friolera de un
día, y desde Edimburgo he entrenado transiciones un total de cero días). Ya
sabía que más larga se me haría la carrera a pie…
Dejo la bici (bueno, un tipo me la quita y se la lleva), me
pongo los calcetines, las zapatillas, la visera (gafas no pude porque no me
dejaron acceder a la bolsa esa mañana) y a correr. Me duele la pierna pero a
los 3 km el dolor desaparece (normal, en cuanto me “calenté”). Mi objetivo era
bajar de 4’30” de media por km, para así bajar de 1:35 en la media maratón, y
por ende bajar de 5 horas en el cómputo total.
Empiezo bien, pero pronto me doy cuenta de que el perfil que
había visto en el dibujito plasmaba fielmente lo que se iba presentando delante
de mí: todo el rato subiendo o bajando, algunas rampas muy duras, otras muy
largas, y ningún tramo llano. Ninguno. Cero.
Los primeros km sí mantengo la media, y me marco un reto de
esos absurdos que a mí me gustan: ningún km por encima de 4´59”. Y lo consigo,
aunque en dos ocasiones tuve que hacer sprints absurdos que lo único que
hicieron fue cansarme, y que probablemente quien me viera pensara que soy
tonto del capirote, esprintando absurdamente a finales del km X, para en cuanto
el reloj hace “piii” volver a bajar el ritmo. Pero en fin, lo conseguí, aunque
por poco (4:59 en el km 16). A medida que avanzaba la prueba iba viendo que ni
de coña bajaría de 1:35, pero me consolaba el objetivo principal: bajar de 5
horas. A falta de 5 km vi peligrar también esta marca, y a falta de 2 me
percaté de que tenía que bajar de 4 minutos cada km, y entonces traté de sacar
ese plus que siempre me queda y que ha hecho mis finales mundialmente famosos,
pero no había nada de dónde rascar. Nada de nada. Cero. 4’27” y 4’06” los
últimos 2 km, para una media maratón de 1:37:35. 157 de mi grupo de edad y 843
de la general.
Parando el relojito, qué coraje... |
El tiempo total fue de 5:00:38 (ahora hubiera agradecido los
segundos ganados si me hubieran quitado el neopreno, o de si hubiera sabido qué
tenía que hacer con la primera bolsa de transición): 175 de mi grupo de edad (objetivo
conseguido: top 50%) y 983 de la general (objetivo conseguido: entre los 1.000
primeros). 3º de 7 españoles en mi grupo de edad, y 1º de 1 de Huelva.
Por cierto, que ganó Javi Gómez Noya.
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Dos leyendas del triatlón |
"Está bien celebrar el éxito, pero es más importante prestar atención a las lecciones del fracaso". Bill Gates.
Gratia ago, factotum.
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