lunes, 9 de noviembre de 2015

Triatlón Olímpico de Mazagón (Huelva). Otro podio.

El fin de semana de 31 de octubre – 1 de noviembre se celebraba en Huelva el último triatlón de la temporada en España. Yo participaba el sábado 31 en la modalidad Olímpico sin Drafting (es decir, que no se puede “chupar rueda” con la bici). La distancia era un poco particular, redondeando fueron 1.500 metros de natación, 38 km de bici y algo menos de 12 km corriendo. Hace tiempo decidí con mi familia participar en esta prueba porque como era el 12º cumple de Carlos, aprovechábamos y lo celebraba en Huelva con sus amigos de Punta. Al final, por no sabemos qué movida pre-adolescente, decidió que no quería celebrarlo allí, y el mismo día 2 lunes (que no tenían cole) nos volvimos por la mañana a Madrid para que lo celebrara aquí.

Total, que el viernes 30 salen los niños del cole a las 17:00 y nos vamos a Huelva. Llegamos para cenar algo, preparar la casa y a dormir. Menos mal que la salida el sábado era a las 10:30, y tenía hasta las 9:30 para recoger el dorsal. Llegué a las 9:29, y me dejaron claro que un minuto más tarde habrían cerrado y me habría quedado fuera…

Llovía más que cuando enterraron a Bigotes (http://www.abc.es/archivo/20141023/abci-zafra-maldicion-lluvia-201410221432.html) y era imposible poner las pegatinas a bici y casco. Lo conseguí de forma chapucera y me fui a la salida. Dejó de llover una media hora, y ya no paró en toda la prueba.

Antes de la salida

Se salía desde dentro del agua, nos metimos y mientras una jueza, de regular humor, trataba de dar instrucciones, nos íbamos colocando alineados hasta que dieron la salida. No había mucha gente (menos de 300) así que no se iba muy agobiado. Además, me coloqué a un lado, por donde pensaba que la trazada era más corta, y fui un poco apartado de la mayoría de nadadores. Salí del agua en 25:07, en el puesto 48 (no está nada mal para mí).

Había que correr un buen rato por la playa hasta pillar la bici. Nada más empezar a pedalear, me di cuenta de que estaba lloviendo, y mucho. Pero no tenía frío. Empecé a pasar gente pero poco a poco, no es como las pruebas de 1.000 tipos, aquí había mucha menos gente a la que adelantar. Iba a buen ritmo, el circuito consistía en alejarse 19 km de la costa, dar la vuelta y volver. No era peligroso (menos mal, porque la carretera estaba empapada) y no había nada de público (salvo en los alrededores de la zona de transición). Yo pensaba que eran dos vueltas hasta que, viendo los km que llevábamos, le pregunté a otro ciclista y me sacó de dudas.

Sólo me adelantaron 3 atletas, que realmente no me adelantaron sino que nos pasamos unos a otros varias veces. Diré que a la zona de transición llegué yo por delante. Y me llevé una gratísima sorpresa: no había apenas bicis, lo cual quería decir que iba de los primeros. De hecho, el que llegaba detrás de mí gritó algo así como “¡venga que no hay bicis!”, y yo dije “¡eso es que vamos bien!”, me puse las zapatillas todo lo rápido que pude y salí por delante de esos 3 que llegaron justo detrás de mí. Luego comprobé que había hecho el segundo mejor segmento de bicicleta de todos los participantes, con una media de 37,2 km/h.

Poniéndome las zapatillas, solo se ve mi bici

Es la primera vez que soy consciente durante una prueba de que lucho por los primeros puestos. En Rumanía quedé segundo pero no tuve ni idea hasta que, pasada la meta, mi amigo Dani me dijo que lo habían contado por megafonía. En este caso no sabía exactamente en qué puesto iba, ni de la general ni de mi categoría, pero tenía claro que entre los 20 primeros de la general, y luchando por podio en veteranos (y eso que en esta prueba todos los veteranos estábamos agrupados en la misma categoría).

En la parte a pie estábamos mezclados con los participantes en la distancia medio-ironman, que daban 4 vueltas al mismo circuito al que nosotros dábamos 2. Es chulo correr sabiendo que estás peleando por la cabeza, y traté de ir rápido pero no reventar. Marcaba cada km a poco más de 4 minutos, variando un poco el tramo de subida que había justo antes de girar en cada vuelta, y donde te ponían la gomilla en la mano.

No me adelantó nadie, y yo pasé a muchos del medio-ironman, y a alguno de mi distancia. Durante la segunda vuelta ya me di cuenta de que no tenía a nadie del olímpico a distancia alcanzable, pero si escuchaba que uno se me iba acercando, pero muy poco a poco. Me pilló, y cuando se puso a mi lado me dije que no dejaría que se me fuera. Yo tengo buen final, y creo que podré dejarle en el último km si le aguanto. Nunca había tenido que pensar en estrategias de este tipo, pero quedaban unos 5 km para terminar y sabía que ese tipo podía quitarme el podio. Al alcanzarme me preguntó sobre la distancia en la que corría (para ver si éramos rivales), y efectivamente ambos competíamos en distancia olímpica. Le pregunté su grupo de edad y me dijo “cadete, tengo 15 años”. Me giré para mirarlo y vi a un chavalito, poco mayor que mi hijo, y le dije que a ver si con 41 como tenía yo seguía en forma. Estaba claro que en mi grupo de edad no competía, pero aun así me pequé a él, vi que bajó el ritmo (se conoce que tuvo que apretar para alcanzar y se desfondó un poco) así que me volví a poner por delante pero subiendo 5-10 segundos el ritmo por km. Sabía que por delante no podía alcanzar a nadie así que mi único rival era este chaval. Cuando quedaban algo menos de 2 km apreté y se quedó, estos dos últimos km los hice por debajo de 4 minutos y entré en meta sin nadie por delante a la vista. La media final me salió de 4:02 minutos por km, la décima mejor.

Nada más entrar vi muy poca gente en la zona, claramente había quedado muy bien. No caí en darme el masaje (en ese momento no había cola), y me fui a saludar a mi familia y a la zona de catering (el mejor catering que he visto en un triatlón con diferencia).



Nos estaban esperando mis suegros con un cocido, pero para desgracia de mi familia teníamos que esperar a que salieran las clasificaciones. Tras más o menos una hora esperando, pregunté a una jueza, que me contestó muy borde: “saldrán cuando las revisemos”. Le pregunté si me podía dar una idea de si hablábamos de 10 minutos o de 2 horas, y me dijo con la mirada torva (torvo: dicho especialmente de la mirada: fiera, espantosa, airada y terrible a la vista) que “nosotros somos los primeros que queremos sacarlas”. Vamos, que no me aclaró nada. Estaba lloviendo, estábamos con los niños, nuestra amiga María se tenía que ir (el pobre Javi la abandonó al principio de la prueba con problemas de salud, y se volvía con nosotros), mis suegros esperaban… Total, que Elena le preguntó a otro juez, que fue igual de borde. No entiendo por qué, la verdad.

Dejaron entrar a los niños en la zona de catering, así que al menos estuvieron “chucheando”, y además estuve un rato hablando con mi ex cuñado Celso, al que llevaba muchos años sin ver y con el que me crucé durante la prueba. El tiempo pasaba y decidí ir a dejar la bici en el coche para después salir más rápido, y cuando estaba volviendo me llama Pablo desde el teléfono de Elena, y me dice que he quedado décimo de la general y segundo de mi categoría, y que la entrega de premios es a las 15:00. Llego con la familia, y están contentos por mí pero contrariados por el cocido. Llamo a mi suegro para decir que llegaremos tarde, se alegra mucho y me dice que presentía que “rascaría chapa”. Así que esperamos a las 15:00, y unos minutos después me dan mi trofeíto, y encantado para casa, a comer el merecido cocido que nos tenía preparado mi suegra.

El podio

Con la familia... y el trofeo

El que está a mi lado desde luego no es veterano, supongo que estaría recogiendo el premio en nombre del que ganó en nuestra categoría. En cualquier caso, estoy contento y veo que puedo rascar algún que otro podio en esto del triatlón, y cada vez tengo más claro que tengo que intentar mejorar la natación. El que me ganó hizo peor que yo la bici y la carrera a pie, pero me sacó más de 4 minutos en el agua.

La clasificación

Una frase de deportista orgulloso de sí mismo: “Muchos creen que tener talento es una suerte; nadie que la suerte pueda ser cuestión de talento” (Jacinto Benavente, dramaturgo español, Premio Nobel de Literatura en 1922).

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