lunes, 1 de junio de 2015

Crónica del Half de Sevilla

Ha sido, hasta la fecha, el triatlón más duro que he hecho, debido principalmente a las condiciones climatológicas. Mucho viento durante la bici, y mucho calor durante toda la prueba, como por otra parte parece lógico tratándose de Sevilla, en estas fechas, y siendo la salida a las tres y media de la tarde. Ha sido una prueba de resistencia y supervivencia. Triatlón Half de Sevilla, segunda edición, 1.900 metros nadando, 90 km en bici y 21 km corriendo.

Por partes. Salimos de Madrid el viernes a la hora de comer (vamos los cuatro, éste es el primer triatlón que Elena me pide que haga, lleva tiempo queriendo pasar un par de días en Sevilla). En el coche mientras ella conduce me pongo a mirar sobre nuestro alojamiento (no lo reservé yo, sólo sabía que estaba cerca de la salida y meta) y mirando los comentarios lo mejor que encuentro es que es "sencillo pero al menos limpito". Mi familia, que debe haberse criado con los Koplowitz, empieza a increparme.

Total, que llegamos al sitio. Es una residencia de deportistas de la Junta de Andalucía. No es que esté cerca, es que la salida, meta, boxes, feria del corredor... quedan DENTRO del recinto. Más cómodo no puede ser. Como somos 4, nos dan una suite (término algo pretencioso para una habitación doble), subimos (con la bici y todo) y lo primero, "niños, vamos a lavarnos las manos" (soy exageradamente maniático con eso de lavarse las manos); el baño no es que no tuviera kit dentales, cuchillas de afeitar, set de higiene femenina, costurero o calzador (que no tenía nada de todo eso), es que no tenía jabón. Ni gel. Vamos, que no tenía NADA. Literalmente. Me cae una bronca por no haberme informado.

Bajamos a nadar (permitían entrenar en el río durante una hora), y antes de llegar al agua los niños ven un par de campos de fútbol vacíos, y para allá que se meten con el balón (no vamos a ningún lado sin un par de esféricos). Pablo de portero, Carlos a chutar, Elena a sus cosas y yo al agua. Hay muchas hojas y ramas de los árboles de la ribera, pero por lo demás el agua no está muy sucia. Nado 20 minutillos.


Recién probado el Guadalquivir

Nos duchamos (yo antes para ir a la charla técnica, que por cierto fue interrumpida porque entro uno preguntando que quién se había dejado un gorrito y unas gafas de natación en el río, el interfecto fui yo) y nos vamos a cenar a un italiano, San Marco, espectacular, junto a la Giralda. Paseíllo por El Alcázar y para casa. A la vuelta vamos directos, porque a la ida callejeamos por el centro entre las estrechas calles de la zona, por una incluso el Toyota no cupo y tuvimos que dar marcha atrás. La que liamos...

Nos acostamos, duermo regular, a las siete y pico nos levantamos todos, desayunamos, recojo el dorsal, saludo a Nieves, la directora del triatlón, a la que entrevisté en la radio,  nos ponemos a jugar al fútbol (yo con moderación, a ver si la vamos a liar) y a las 12:30 comemos en el hotel. Me echo un ratito en la cama, y a las 14:15 bajamos, dejo agua fresquita en la bici, lo dejo todo listo y me voy a la zona de salida, donde me encuentro con mis primos, que debutan en esta distancia.

Con mis primos antes de salir


NATACIÓN

Cuando estamos yendo en cola al pantalán, dicen: “1 minuto para la salida”. Vamos, que cuando llego y me tiro (la salida era desde el agua) y antes de llegar a la línea de salida, suena la bocina. Bueno, pues unos metritos de regalo que tendré que hacer. Me gusta nadar por el río porque mantienes constantemente la referencia de la orilla, y eso te ayuda a ir recto. O eso creía, porque llegando a la primera boya una piragua con jueces empezó a pitarnos, nos habíamos salido del recorrido (yo y otros 4-5 que nos habíamos ido al centro del Guadalquivir). Corregimos y atacamos la primera boya, donde se forma un pollo monumental, nunca había visto nada semejante. Era imposible avanzar, pero desde atrás te iban empujando, qué agobio. Decido que el camino de retorno en esta primera vuelta lo hago alejado de los demás, y evito más golpetazos. Completo la primera vuelta en 19 minutos (no es buen tiempo pero llevo la sensación de que no voy tan mal como de costumbre), subo al pantalán y me vuelvo a tirar.


La segunda vuelta voy más tranquilo, se nota que los participantes nos hemos ido separando, me adelantan algunos de los que han salido detrás, pero creo que no muchos, completo una segunda vuelta un poco más rápida que la primera, contento además porque en ningún momento he sentido agobios, y salgo en busca de la bici.


CICLISMO

Aquí empiezan mis vicisitudes (vicisitud: inconstancia o alternativa de sucesos prósperos y adversos). Tengo la bici puesta en su sitio, todo preparadito, en plan pro con las zapatillas enganchadas a la bici con gomillas; así salgo, meto los pies en los pedales, las gomillas se rompen y no pierdo ni un segundo. ¡Y una mierda pa mí! Empiezo a correr descalzo y piso una china que había debajo de la moqueta, que me hace un daño infinito. Pero vamos, me doy cuenta de que no me he hecho herida, se me pasará. Paso la línea a partir de la cual se puede montar uno en la bici, me subo con relativa agilidad ante la mirada y los ánimos de Elena y los niños, meto el pie derecho en el pedal pero antes de meter el izquierdo se rompe la gomilla y el peso de la zapatilla hace que el pedal se dé la vuelta y la zapatilla se quede boca abajo. Entonces yo le doy una patada a la zapatilla para que se dé la vuelta, pero con el mismo pie que luego tenía que subir para meter en la zapatilla; y la muy zor… se volvía a poner boca abajo antes de que me diera tiempo a colocarle el pie en lo alto. Así una y otra vez, mi amado Carlos, sangre de mi sangre, primogénito deseado, me gritaba: “nov, nov”, que por lo visto es la forma guay de la que los chavales de 11 años llaman a otro “novato”. Menos mal que de esto me enteré más tarde. Yo en ese momento estaba obcecado, y tras varios intentos me paré, me apoyé en una furgoneta y enganché la cala de la zapatilla en el pedal.



Intentando torpemente meter el pie en la zapatilla

Pero lo peor está por llegar: 20 metros después noto que voy pinchado, a la vez me empiezan a gritar desde el público “vas pinchado, vas pinchado”. Sí, ya me he dado cuenta, qué bajón. Me paro antes incluso de salir a la carretera (aún dentro del centro para deportistas) y me pongo en lado izquierdo de la carretera justo antes de llegar a la rotonda que da salida al circuito de bici. Rápidamente un gran tipo me dice que me ayuda. Empiezo a quitar la rueda y me paso desenroscando la tuerca que sujeta la rueda, y se me cae con el muellecito. Ya estoy jurando en hebreo, el tipo ve que voy a necesitar ayuda de verdad y se pone directamente en faena. Un participante grita “que no te ayuden que te descalifican”. Pero la alternativa es que yo cambie la rueda, y eso parece que tiene dudosa viabilidad. El tipo que me está ayudando me pregunta si es verdad que por su ayuda me pueden descalificar, y le contesto que no lo sé (después pregunté y parece que sí). Empezamos a quitar la cámara entre los dos, pero yo lo hago por el lado contrario al suyo. Me avisa otro que había con él (mea culpa, el otro empezó antes). Total, que meto la parte que he sacado y vuelta a empezar. Cuando la sacamos entera, empezamos a meter la otra. Empieza el buen samaritano, y yo voy por mi lado, de nuevo por el lado contrario al suyo. El tipo que está mirando ya se da cuenta y dice diplomáticamente: “mushasho, déhalo a él que entre los dos os estorbáis”. Leyendo entre líneas: “quita, gañán, que no tienes ni p… idea de cómo se cambia una rueda”.

Total, que me pongo a mirar cómo el tipo termina con su faena. Mi familia, 30 metros más atrás, no se había percatado de mi percance. Cuando el tipo ha terminado, cojo mi bomba con bombonitas de CO2 que tengo para inflar la rueda a la velocidad del sonido, y me quedo un rato mirándola. ¿Esto tenía tantas piececitas? ¿Dónde se enrosca cada cosa? ¿Por qué hay 3 roscas, si yo sólo recuerdo 2? Y lo que es peor, ¿por qué hay un tornillo suelto? Yo no recuerdo que hubiera que atornillar nada…”. Bien, la deducción es obvia, la bomba ultrasónica de los coj… se ha desmontado. El ayudante de mi ayudante dice “vamos a pedir una bomba” y se va corriendo a un chavalito del público que iba en bici, vuelve con la bomba y se pone a hinchar la rueda como alma que lleva el diablo. Termina, me dan ánimos, doy por enésima vez las gracias y trato de arrancar, de parado y cuesta arriba, nervioso y mosqueado, y tras 2 intentos fallidos el ayudante de mi ayudante se salta la valla y me dice “tira que yo te empujo”, y entonces, por fin, con 9 minutos perdidos, empieza mi sector ciclista.

No me lo tomo tan mal como era de esperar, de hecho me tranquilizo, veo que cualquier posibilidad de hacer marca se ha esfumado, y decido apretar aunque haya riesgo de que reviente. Voy a recuperar lo máximo que pueda. Espero unos minutos para pegar el primer sorbo de mi botella aerodinámica y entonces descubro que mi chapucera solución para paliar mi necedad es eso, una chapuza. Resulta que cuando la compré la pajita (cañita, tubito) por la que se bebe me pareció larga, y la corté. Me siguió pareciendo larga, y la volví a cortar. Y cuando la puse en la bici y la probé, me doy cuenta de que se va hasta el fondo y no llego para beber. Seré gili… Total, que la pegué con cinta aislante pero con el calor se derretía, así que para evitar esto en Sevilla, decidí pegarla con cinta americana. La cosa no funciona, ya lo aviso. Cada vez que sorbía tenía que meterme medio litro de aire antes de que me llegara algo de líquido al gaznate (como cuando éramos niños, que de tanto morder la pajita te la cargabas, y lego te tenías que llevar un rato sorbiendo para poder beber). Y era el único líquido que llevaba…


Esto es una reparación chapucera

Con todo y con eso, ya mitad descojonado, mitad mosqueado por lo tonto que soy, empiezo a pasar correcorres como si yo fuera en moto (claro, entre que nado mal, y que perdí 9 minutos, estaba a la cola del todo). Al menos eso da ánimos, en una hora consigo que la media me suba a casi 30 (teniendo en cuenta que 9 minutos había estado parado). El circuito, ya nos lo advirtieron la víspera, es más duro de lo que podríamos creer. Muchas cuestas (mención especial a la tachuela de Saltera, más de 1 km a más del 7%) y, sobre todo, mucho viento, que acompañado del calor sofocante hacían mucho más dura la aventura. Nunca vi tantos abandonos como en esta prueba, tanto por averías mecánicas como por desfallecimientos.

Foto de la organización.


Termino la bici a 31 de media (que habrían sido 32,5 de no ser por el pinchazo), y hago la segunda transición, en este caso me sale bien la “jugada pro”: saco los pies de las zapatillas cuando quedan 300 metros, y los coloco encima de ellas para poder bajarme directamente de la bici al llegar a la zona de desmontaje.


CARRERA A PIE

Empiezo a correr a buen ritmo, 4:47, 4:39, 4:50… Pensaba ir más rápido, pero sabía que el calor iba a hacer mella y no quería apretar. De hecho, rápidamente me doy cuenta de que voy demasiado rápido, todos estamos ya tocados y es cierto que la climatología es lo que más dura puede hacer una prueba. Hacemos un grupito de 3: un tipo de Dos Hermanas del Bikila, y un tipo del Club Triatlón de Huelva (un paisano, qué alegría), y vamos charlando todo el rato, a un ritmo de entre 5:15 y 5:45 que mantendríamos hasta el final. Había muchos avituallamientos (menos mal) y a ninguno dije que no. Fuimos charlando a ratos, y comentábamos que pese al ritmo de trote cochinero, pasábamos a gente y casi nadie nos pasaba a nosotros (lo cual denota lo que nos estaba costando a todos).


Este grupito hicimos juntos 17 km

Antes de pasar por meta por primera vez (eran dos vueltas de 10,5 km) veo a Elena, Carlos y Pablo, animando a la ribera del Guadalquivir, en un sitio donde daba la sombrita (si no, imposible). La segunda vuelta, más de lo mismo, ritmo constante, a ratos piensa uno que qué hace ahí, que qué duro es este deporte, pero rápidamente busca pensamientos positivos para seguir adelante. Me cruzo con las esposas e hijos de mis primos, que me dan ánimos. No he visto a mis primos desde la salida, pero en este caso es normal porque al ser una única vuelta con la bici, y sólo dos largas en la carrera a pie, no te cruzas con nadie. Después me enteré de que Joako tuvo que abandonar con el estómago fuera de su cuerpo, a sólo 10 km de terminar la bici… Fernando (Mateo) acabó tocado, pero bien.

Y, por fin, llego al km 20, me doy cuenta de que me he venido arriba y me he separado de mis compañeros (llevaba 17 km con ellos), me paro pero me dicen “tira palante, que están ahí tus chiquillos”, y digo “por qué no, estoy bien de fuerzas y siempre acabo fuerte”, aprieto y hago el último km en unos 4 minutos (para un total de 1:49:10, malísima marca), cuando estoy llegando a meta veo que Carlos ha saltado a la alfombra para entrar conmigo, me pregunta que qué tal voy mientras hacemos juntos los últimos 50 metros, y por fin se acaba el calvario.


Entrando en meta con Carlos

5 horas 32 minutos y 11 segundos. Mi peor marca en un Medio-Ironman. Pero puesto decente: 185º (de más de 700), y 40º de 142 en mi grupo de edad.Espero en meta a mis compañeros de fatigas, les doy un abrazo, me harto de líquidos y de fruta (Carlos también), pillamos agua y fruta para Elena y Pablo, que no pueden pasar a la zona de meta, voy a la cola de los masajes, estiro un poco, veo que la cola no avanza y me piro a ver si al menos me da tiempo a ver el segundo tiempo de la final de la Copa del Rey en un garito donde hemos quedado con Nacho y Lucía y los niños. Me tomé 3 Radler de Cruzcampo, 2 de ellas de un trago (qué bien ponen en Andalucía la Cruzcampo). 


La necedad es la madre de todos los males (Marco Tulio Cicerón)


2 comentarios:

  1. Pobrecillo, que aventura. Y con ánimos para seguir. Desde luego esto sirve para fortalecer el carácter, además del cuerpo. Animo .

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  2. Pobrecillo, que aventura. Y con ánimos para seguir. Desde luego esto sirve para fortalecer el carácter, además del cuerpo. Animo .

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