No tenía claro si escribiría crónica de esta prueba pero por
muchos motivos sí quiero dejar constancia del acontecimiento, ya que este blog
pretende ser más un “diario personal” que un “informativo para terceros” (si no
me equivoco, tengo la friolera de 1 seguidor, que supongo que será Elena o
Dani).
Por ponernos en situación: triatlón olímpico en la Casa de
Campo de Madrid: 1.500 metros nadando, 38 km en bici y 10 km corriendo, el
sábado 9 de mayo a las 17:32 (a esa hora era mi salida).
Ese mismo día estaba invitado junto con mi familia a un
palco VIP para ver el Master de Madrid de Tenis, y este fue el detonante del
principal error del día.
Nos fuimos Elena, Carlos, Pablo y yo al tenis a eso de las
12:00 (yo con mi mono de triatlón debajo de los vaqueros), y nada más llegar, a la entrada, está toda la zona de juegos (que si
cuela esta pelotita por allí, que si dale con esta raquetita por allá…) y
claro, los niños querían probarlo todo. Estuvimos un rato en esta zona y al
rato pasamos al área VIP, donde, junto al río, aprovechamos para picar varias
cosas en plan tapeo (queso, jamón, chistorra y similares, además de
zumos de frutas y algunas chuches). Después tratamos de ver algún partido de
los de por la mañana y, vaya por Dios, justo acababan de terminar, y Nadal
también había finalizado su entrenamiento (ante público) unos minutos antes.
Bueno, nos pusimos a ver a unos chavales de unos 12 años que no veas cómo
jugaban, y poco antes de las 14:00 fuimos a los restaurantes de la zona VIP.
Elena y los niños nunca habían estado, y les conté un poco cómo iba el tema
para organizarnos: te asignan una mesa, y desde allí te mueves a los diferentes
restaurantes temáticos.
Nos separamos, y Elena y Pablo fueron al italiano, y Carlos
y yo al japonés. Pues eso, de primero, un buen plato de sushi, sashimi y makis.
De ahí nos fuimos a pedir un solomillo (Carlos tiene gustos muy sibaritas, cuando
sea mayor desde luego a la novia la tendrá que invitar a pizzas y hamburguesas
baratas como hemos hecho todos), bien rojito por dentro y con puré de patatas.
Cada vez que íbamos a uno de los bufetes, a la vuelta pasábamos por la zona de
tapas y pillábamos unas croquetas, unas gambas al ajillo (a picantes respondo),
unos embutidos, un poquito de parmesano…
Tras el solomillo, en la zona de “Nueva York”, una buena
hamburguesa con queso, bacon, salsa rosa, ketchup, mayonesa y una rodaja de
tomate para engañar. Todo ello rodeado de patatas fritas, por supuesto. Y de
postre, una crema catalana, un exquisito cupcake rosa y un helado de esos a los
que le echas virutas de chocolate, almendritas, gominolas… Ya me empezaba a dar
cuenta de que no era la mejor comida pre-triatlón.
Ya son casi las 15:00 (hora a la que empieza Nadal), le digo
a los niños que me acompañen al baño por si puedo “aligerar un poco el estómago”,
y claro, no me había dado tiempo a hacer la digestión, por lo que me llevaría
casi todo a la Casa de Campo…
Al final llegamos tarde al partido (sobre las 15:15), y yo a
las 15:30 me tenía que ir. Cual contubernio premeditado (contubernio: alianza o
liga vituperable; en este caso pongo dos palabros para que se entienda bien, además "contubernio" está repe, aunque con otro significado): vituperio:
acción o circunstancia que causa afrenta o deshonra), Elena y los niños
llevaban tiempo manifestando sus dudas sobre la idoneidad de acompañarme al
triatlón, frente a la alternativa que suponía quedarse a ver a Nadal en un
palco en segunda fila, con una azafata que constantemente se preocupaba de que
nos les faltara de ná.
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Así se veía desde nuestro palco |
Total, que como se veía venir, a las 15:30 me piro solo al
triatlón. Aparco a tomar por c., pillo la bici y montado sobre ella me dirijo a
la zona de recogida de dorsales. Me encuentro con el primero de los muchos compañeros
del club (Fitness Sports Triatlón, FST) que vería esa tarde: Iván iba ya
apurado porque él salía a las 16:32. También vi a Rafa Morán, al que habían adelantado su salida.
Voy a recoger el dorsal y me pongo en la cola de boxes.
Cuando llevaba un buen rato en la cola, veo a lo lejos llegar a Buti, y como si estuviera todo premeditado, le hago un gesto, se acerca, y charlamos como si estuviéramos
retomando una conversación pendiente, ni nos saludamos ni nada para disimular,
y 5 segundos después estaba al lado mía en la cola como si no hubiera pasado
nada.
Al ir a dejar las bicis nos cuesta mucho encontrar nuestro
dorsal en el palo donde se cuelgan, los números no estaban nada claros; yo
siempre he sido muy “calculín” (en primero de EGB mi profe me llevaba por las
clases a ver si yo hacía de cabeza sumas sencillas más rápido que el profe con
la calculadora) y de verdad que no le vi la lógica a la forma de colocar los
números. Esto daría origen a mi otro gran error de principiante de la jornada.
Al final encontramos nuestro sitio y ahí estaba Guille, ubicando todo su
atrezzo justo entre el sitio de Buti y el mío.
Dejo todo bien puestecito, y vamos al guardarropa a dejar
las mochilas. Llegan Raquel (del club pero maltrecha por una caída y que no
pudo debutar, pero sí animar) con Natalia (que no es del FST pero lo será en
breve) y nos encontramos con Olga (esta chica desprende felicidad, siempre
sonriente). Llega mi madre (fan recalcitrante, que pese a saber que Elena y los
niños habían causado baja persistió en ir a animarme) y en la zona de salida
nos encontramos con Mauro (qué crack, que aunque no competía porque va a
Calella la semana que viene, estuvo mañana y tarde animando a los compañeros,
con una bandera y todo).
Resulta que como los de las salidas de 1 hora antes estaban
tardando más de lo previsto en completar el segmento de natación, no íbamos a
poder meternos en el agua a calentar un poco (“vaya, yo iba a aprovechar para
echar una meadita”), pero lo que más me preocupaba era que la “alianza de
civilizaciones” que tenía en el estómago estaba empezando a rebelarse.
Llega nuestra hora, y veo que alguno al llegar al pantalán
se mete en el agua a remojarse y vuelve a subir; hago lo mismo, y cuando
llevaba como 20 segundos uno de arriba me dice: “oye, ¿te pasa algo”; “nada
tío, que llevo meándome 1 hora”. Me vuelvo a subir pero definitivamente mi
estómago no está para muchas fiestas.
Dan la salida, me tiro al agua y nado los 1.500 metros “del
tirón”, es el primer triatlón en el que no me tengo que parar por mis continuos
“agobios” en el agua. Sólo tuve que hacer 3-4 brazadas en un momento en el que
tragué como medio litro de agua y me engollipé (lo primero que pensé: otro
ingrediente más para el mejunje de mi barriga).
Saltando al agua |
Salgo del agua 29 minutos después de entrar, el tiempo es
malo pero voy contento, he ido bien de mente y no me ha dolido la espalda
(llevo varios días sin nadar por un dolor que no se me termina de ir).
Saliendo del agua |
Entonces el drama: me marco una transición de 5 minutos
porque no encuentro la bici. Eso, que literalmente no la encuentro. La “estampa”
del boxes no tenía nada que ver con la de antes de la prueba, ya que en nuestra
zona no había muchas bicis (había tandas que salían detrás de la mía), y la
zona que antes no tenía bicis (la de los que salieron antes) ahora estaba
repleta de ellas, por lo que si tengo algo de memoria fotográfica, en este caso
no me valía de nada. Y la numeración, como dije, estaba carente de toda lógica.
Si los números hubieran seguido la serie de Fibonacci habría sido más fácil
localizar el mío.
Pues eso, tras unos minutos decido mirar las zapatillas de
las cajas hasta que veo mis Mizuno rojas, y entonces me pongo el casco y las
gafas, me seco los pies, me enfundo los calcetines y empiezo a correr (las
zapatillas de la bici iban ya puestas en las calas y sujetas a la bici con
gomas elásticas; menos mal que antes de irme del boxes cuando dejé todo al
principio me di cuenta en la revisión de que había puesto la zapatilla
izquierda en el pedal derecho, y viceversa).
¿Cuál fue mi error? No tomar ninguna referencia para
encontrar la bici. En adelante, me fijaré en algo que haga que pudiera
encontrar mi bici aunque cambiaran las etiquetas de los números.
Empiezo con la bici, con la certeza de que tengo que
recuperar los minutos que siempre pierdo en el agua, más los que perdí en la
transición.
La primera vuelta con la bici bien, voy adelantando a mucha
gente, me adelantan muy pocos, y a la mayoría de los que me adelantan les pillo
la rueda antes de volverlos a dejar (o de que se me vayan ellos, que alguno
también había). En la segunda vuelta, me viene un apretón inaguantable, se me
pone la piel de gallina, iba a rueda de un tipo que iba muy fuerte, qué pena
tener que dejarlo, pero no puedo más. Tengo que tirar la bici en la cuneta,
irme corriendo campo adentro, y hacer aguas mayores detrás de un arbusto.
Horrible. Me tuve que limpiar con trocitos de dorsal y con toda el agua que
tenía (y de ahí en adelante pillé muchísima agua en cada avituallamiento y me
la echaba toda por dentro, por fuera, por arriba, por abajo…; soy un tío muy
escrupuloso, y esto me superó). Cómo estaría para llegar a la situación de irme
tras unos matojos… A la gente le dije después que había estado vomitando,
porque me daba vergüenza confesar la verdad, aunque tengo que decir que cuando
volví a interactuar con seres humanos, estaba más limpito que recién salido de
la ducha. El tritraje estaba para guardarlo directamente, de agua y agua que le
eché.
En cada vuelta veía a mi madre animándome. La siguiente vez
que la vi le dije: “mamá, dile a Elena que cuando acabe Nadal se pille un taxi
y se venga”. Había quedado en que tras la prueba los recogería yo en la Caja
Mágica, pero tenía claro que no iba a estar para dar rodeítos con el coche. Es
cierto que no llegué a vomitar, pero me entraban arcadas constantemente, y
realmente sí que pensaba que acabaría vomitando…
No obstante, tras “soltar lastre” recuperé la alegría con la
bici y seguí adelantando gente. Al rato pasé a Luis Trancho, que con dos
cojones decide debutar en el triatlón con un olímpico. Enhorabuena, Luis. Completé
las 5 vueltas marcando una media de unos 32 km/h, bastante decente (teniendo en cuenta que paré unos minutos a "poner un fax").
Esto no sé si fue antes o después de mi "incidente" |
Hago la transición y empiezo a correr, se me vuelve a
revolver el estómago, tengo un par de amagos de vomitar, empiezo a un ritmo
tranquilo (4:50 el km) pero pronto me veo mejor y empiezo a mejorar, me cruzo
con varios compañeros (Luis, Cobos, Olga, Guille…) y con mis primos Joaquín y
Fernando (Mateo). Cada vez que pasaba por meta estaban allí Raquel, Yolanda
(que tampoco competía pero vino a animar), Buti (que tuvo que abandonar por un
problema mecánico), Lourdes y Mariano. Creo que Pepelu también estuvo porque le vi en las fotos, y a Juanjo lo vi también en algún momento; que me perdone algún "animador" si me olvido de él). Después de meta estaba mi madre, y cada
vez en un sitio veía a Mauro.
Termino la carrera a pie en 47 minutos, para un tiempo total
de 2 horas y 36 minutos. Bah, regular, pero visto lo visto, mucho peor se me
podía haber dado.
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Entrando en meta |
Tras terminar, veo un rato a los compis del club (me daba “palo”
acercarme a nadie, aunque ya preveía que estaba bien limpito, insisto en la
ingente cantidad de agua con la que me “aseé” una y otra vez), seguían
entrándome arcadas constantemente, y temiéndome lo peor recogí la mochila del guardarropa y
llamé a Elena, que justo estaba pagando el taxi. El tiempo de recoger la bici y
apareció ella con los niños y mi madre. Lo primero que tuve que hacer es dejarles las cosas
y meterme en uno de esos WC portátiles que siempre juré que nunca pisaría. He
sacado muchas cosas positivas de tener hijos, y sin duda una de ellas es el
descubrimiento de las toallitas de bebé. Desde hace 11 años las levo a todas
partes. Las tengo en el coche, en la oficina, en la mochila de triatlón… Cuando
le conté a Elena lo que me había pasado, conociéndome, no daba crédito. A ella
le da vergüenza que le gente vea que compramos papel higiénico en el
supermercado (que digo yo, que peor sería que pensaran que no lo compramos,
¿no?).
Llevé a mi madre y nos fuimos para casa. Al día siguiente
como nuevo, me hice 90 km con la cabra a más de 30 de media (Tres Cantos –
Cerceda – Cerro de San Pedro – Tres Cantos), pensando en Vitoria, que es lo que
importa (y antes en el half de Sevilla, a finales de mes, que será otra prueba
de fuego; no olvidaré tomar Fortasec antes de la salida).
La frase: Aquéllos que padecen una indigestión o una
borrachera no saben lo que es comer ni lo que es beber (Anthelme
Brillant-Savarin, jurista francés, autor del primer tratado de gastronomía).
Así tenías tú la mala cara que tenías el sábado, pobre... Bueno, que tienes una fan de tu blog, no he parado de reir (claro, estas cosas siempre dan risa cuando le pasan a otro). Seguro que has sacado aprendizaje: no ir a palco VIP antes de competir en triatlón. Que grande Txema!
ResponderEliminarJaja! Txema, espectacular. Qué heroicidades de verdad. Buenísimo tu estilo :)
ResponderEliminarBuenisimo Chema.
ResponderEliminarDisfrute un montón durante todo el triatlon y no me di cuenta de tus incomodidades hasta q me lo contaste al final. Eres un valiente, haber llegado al final con ese estomago. Y lo hiciste muy bien.
ResponderEliminarDisfrute un montón durante todo el triatlon y no me di cuenta de tus incomodidades hasta q me lo contaste al final. Eres un valiente, haber llegado al final con ese estomago. Y lo hiciste muy bien.
ResponderEliminarMagnífica crónica!!!
ResponderEliminarMagnífica crónica!!!
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