Tanto Pablo como él ya participaron el año pasado, además de en la prueba infantil (que este año ha repetido Pablo) en la de los 5 km, pero digamos que de un modo "no competitivo". Este año Carlos y yo hemos salido a correr, y de hecho llevábamos una marca en mente: bajar de 30 minutos.
Estiramos, calentamos y nos pusimos en la salida, algo detrás de los "profesionales" pero no en la cola, más bien en la mitad. Y empezamos a correr. Primer km, 5:06. Mucho mejor de lo esperado. Pero claramente un ritmo demasiado exigente. "Carlos, ¿cómo vas?". "Voy bien, papi" (interesante la teoría de cómo hemos pasado del "padre" de nuestros padres, a nuestros "papás", y de ahí a ser los "papis" de nuestros hijos).
Segundo km, 5:09, claramente vamos a bajar de la media hora, pero vamos demasiado rápido, Carlos ya tiene los mofletes colorados y le suben las pulsaciones (yo medía con mi reloj sus pulsaciones, a ratos pasaba de 200, yo desde luego a esas pulsaciones reviento).
Bajamos un poco el ritmo y hacemos el tercer km a 5:49, muy bien, recordemos que queríamos bajar de 6 minutos el km. Carlos iba aún más colorado, y me dijo "afloja el ritmo, papi".
El cuarto km ha recuperado fuerzas, 5:29. Vamos recorriendo las calles de las tablas recibiendo ánimos de los pocos aficionados que veían la carrera a pie de calle, y de muchos de los corredores que iban a nuestro lado. Cada vez que veía a uno en el público con la camiseta del Atleti le gritaba un "Aúpa Atleti" que era siempre respondido con un "Aúpa".
Quinto km a 5:09, pero lo más increíble fueron los últimos 200 metros: Carlos me dijo que apretáramos, y empezó a mover a un ritmo endiablado sus patas de garza, medí estos 200 metros a un ritmo equivalente de 3:58 el km, me costó seguirle, cuando quedaban 20 metros nos cogimos de la mano y cruzamos juntos la meta marcando un tiempo de 27:18.
Ya tenemos ganas de repetir, nos tenemos que apuntar a otras muchas, ya en breve Pablo también se apuntará, y esperemos convencer a Elena, es bueno inculcar a los niños los valores del deporte, y que participen en este tipo de eventos con su prosapia (Prosapia: Ascendencia, linaje o generación de una persona) sin duda ayudará en esta tarea. Y si son pruebas benéficas, mejor.
Tener hijos no lo convierte a uno en padre, igual que tener un piano no lo vuelve pianista. Michael Levine, publicista y conferenciante estadounidense.
De tal palo tal astilla.
ResponderEliminarLa familia que corre unida permanece unida.(he cambiado un poco el original)
Sois unos jabatos
Sois unos jabatos. De tal palo tal astilla
ResponderEliminarCómo os quiero a los 2 (bueno, a los 4!!!) Qué post tan bonito y entrañable... Carlos está hecho un campeón. Besos
ResponderEliminarEcho de menos nuevas entradas. Tienes el blog abandonado
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